Existen períodos en la historia de los pueblos donde la confluencia de procesos, aparecen como mágicos. No por su condición sobrenatural, sino por la fuerza que generan las masas populares cuando toman las riendas de su destino.
Aunque su origen remita a tragedia o terminen en ella, el impacto de potencialidades y posibilidades que despiertan marcan la conciencia social y permanecen como un sello genético en la memoria popular. Más allá y a pesar de los extirpadores de sueños y realidades con “mejor humanidad”, se retoñan y con más fuerza cuando nuevos tiempos vuelven a conjugarlos.
Sin duda, los años 70, porqué no, los finales de los 60, son una muestra de rupturas y nacimientos, de rebeliones y revoluciones, de creaciones y de utopías que aparecían a la vuelta de la esquina.
Las luchas anticolonialistas y de liberación nacional de los países del Tercer Mundo, aquel que cobraba identidad y cuyos Pueblos exigían su soberanía a viejas potencias coloniales europeas y a la naciente hegemonía del imperialismo norteamericano, fueron el marco.
Cada Pueblo en particular desarrolló su gesta emancipadora desde la especificidad de su formación histórico- social.
América Latina tomaba conciencia de su estructura dependiente y estallaba en movimientos libertarios.
En este rincón del Sur de la madre América, puebladas y guerrillas expresaban la voluntad de los argentinos de recuperar las banderas de independencia económica, Justicia Social y Soberanía Política arrebatadas por la “Revolución Fusiladora” de 1955, y que durante diez años habían configurado la posibilidad de un Pueblo Feliz en una Gran Nación.
“Juventud maravillosa” es como se caracteriza a la generación que fue sujeto principal, conjuntamente con la clase obrera de ese proceso en nuestra patria. Así los llamaba el viejo líder, el Gral. Perón; entonces en el exilio, a los “muchachos” de la JP del “Luche y Vuelve”.
En realidad la adjetivación se amplió para nombrar a los protagonistas de una épica donde jóvenes fueron las fábricas, jóvenes las universidades y los colegios, jóvenes las barriadas de trabajadores , jóvenes las ideologías, jóvenes las calles, jóvenes la creación, el pensamiento y el arte.
La patria se tornó joven porque esa juventud se la puso al hombro haciéndose cargo de toda su historia….
La muestra de Ricardo Longhini, es la expresión en el arte de esa conjunción de vida y militancia, de talento y compromiso.
Imprescindible reproducir en este sentido el párrafo de León Ferrari en ocasión de la presentación de la misma en 1999: “Estas piezas de Longhini, que explican y enriquecen su obra posterior, como la fuerte muestra de la Recoleta el año pasado, señala una de las varias formas de hacer arte: la marcada por la necesidad y la urgencia de expresar una idea, una idea propia; obras que suman materiales con convicciones de artistas, que se valen del arte para expresarlas y luchar por ellas.”
