24 DE MARZO DE 1976

EL GOLPE CÍVICO-MILITAR

El 24 de marzo de 1976 una Junta Militar encabezada por el teniente general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier Orlando Agosti –jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea respectivamente– dio un golpe de Estado: removió al gobierno constitucional, suprimió el régimen de partidos políticos y ejecutó un plan de secuestro y asesinato clandestino de personas como metodología habitual del Estado.La Junta Militar aplicó un modelo económico que empobreció a la mayoría de la población y concentró la riqueza del país en pocas manos.

30.000

DESAPARICIONES

500

NIÑAS Y NIÑOS APROPIADAS Y APROPIADOS

40.000

MILLONES DE DÓLARES DE DEUDA EXTERNA

15.000

PRESOS Y PRESAS POR RAZONES POLÍTICAS

300.000

EXILIADAS Y EXILIADOS

La cifra de 30.000 víctimas de desaparición forzada corresponde al número proporcional de Habeas corpus presentados durante la dictadura, a estimaciones sobre la cantidad de prisioneros en la ESMA, Campo de Mayo y La Perla y a documentación de las Fuerzas Armadas, como el reporte del Servicio de Inteligencia del Batallón 601 del Ejército de julio de 1978 que calcula en 22.000 el número de ejecutados y desaparecidos, cuando todavía restaban 5 años de dictadura.

Se calcula que alrededor quinientos chicos fueron secuestrados con sus padres o nacieron en los centros clandestinos de detención donde fueron llevadas las jóvenes embarazadas. Los infantes secuestrados fueron apropiados por personal militar o abandonados en hospitales u orfanatos como seres sin nombre ni historia personal. Se les robó la identidad y se condenó a familias enteras a una búsqueda desesperada que en muchos casos continúa hasta el día de hoy.

La Junta Militar aplicó un modelo económico que empobreció a la mayoría de la población y concentró la riqueza del país en pocas manos. El ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz promovió la transferencia de recursos de las clases trabajadoras hacia los sectores más concentrados del capital financiero, lo que provocó la desaparición de una parte considerable de la industria, la decadencia de la pequeña y mediana empresa y una reducción salarial generalizada.

Una vez consumado el golpe de Estado del 24 de marzo el gobierno de facto puso en práctica el exterminio masivo de disidentes y opositores políticos en operativos clandestinos. Para implementar la táctica de desaparición forzada de personas se crearon cientos de centros clandestinos de detención (CCD). La mayoría funcionó en instituciones oficiales: comisarías, edificios de la Marina o la Fuerza Aérea y dependencias del Ejército.

JEFES DEL TERRORISMO DE ESTADO EN LA REGIÓN

Gral. Antonio Serrano
Gobernador de Facto
23/4/76 - 29/3/1981

Cnel. José Ruiz Palacios
Gobernador de Facto
29/3/1981 - 10/12/1983

Gral. Cristino Nicolaides
Jefe de la VII Brigada (Corrientes)

Cnel. Jorge Larrateguy
Jefe del Área 233
(Chaco y su
zona de influencia)

Wenceslao Ceniquel
Jefe de la Policía
del Chaco

Carlos Thomas
Jefe de la Brigada de
Investigaciones de la
Policía del Chaco

DESAPARECIDOS

“... El 90 por ciento de las desapariciones ocurrió, entonces, entre 1976 y 1978. (...) La “solución final”, es decir, el asesinato de los desaparecidos, se consumó principalmente desde mediados de 1977 hasta el primer trimestre de 1978. La ejecución en masa ocurrió, por lo tanto, durante los meses en que se discutió la sucesión en la cúpula de al dictadura, en los momentos previos al Mundial de fútbol del 78; sería la despedida de Videla de la jefatura del Ejército.
El 2 de agosto de 1978, con la misión cumplida, asumiría como cuarto hombre, es decir como Presidente vestido de civil, y Viola pasaría a ser el nuevo jefe militar. (...) La decisión de matar todos los desaparecidos las tomará Videla antes de abandonar para siempre la jefatura de las Fuerzas Armadas” ( Op Cit.- María Seoane y Vicente Muleiro) .

JORGE R. VIDELA

EN “EL DICTADOR”

...No, no se podía fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina no se hubiera bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario y así hasta cinco mil. Todos estuvimos de acuerdo en esto. Y el que no estuvo de acuerdo se fue.

¿Dar a conocer dónde están los restos?¿Pero, qué es lo que p o d e m o s señalar?

¿En el mar, el Río de la Plata, el Riachuelo?

Se pensó, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, enseguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quién mató, dónde, cómo.

LA ECONOMÍA DEL GOLPE

El 2 de abril de 1976 José Alfredo Martínez de Hoz fue nombrado ministro de Economía. Su programa económico promovió el vaciamiento del Estado y la transferencia de recursos de las clases trabajadoras hacia los sectores más concentrados del capital financiero, lo que provocó la desaparición de una parte considerable de la industria, la decadencia de la pequeña y mediana empresa y una reducción salarial generalizada.

“¿Cómo quedó el país?: robusto el sector financiero y vulnerada la estructura productiva. La industria, como porcentaje del PBI, había retrocedido en 1980 a cifras de los años sesenta. El salario real, menor en un 25 por ciento. El PBI por habitante en el '82 era inferior al de 1975 y el consumo por habitante, 10 por ciento menor para el conjunto, y mucho más bajo entre asalariados. Y una deuda externa total de 45.068 millones que, sin resolverse, daría lugar al remate del patrimonio del Estado”.
Manuel Fernández López, “La Economía
del Proceso”.

Una vez consumado el golpe de Estado del 24 de marzo el gobierno de facto puso en práctica el exterminio masivo de disidentes y opositores políticos en operativos clandestinos. Para implementar la táctica de desaparición forzada de personas se crearon cientos de centros clandestinos de detención (CCD). La mayoría funcionó en instituciones oficiales: comisarías, edificios de la Marina o la Fuerza Aérea y dependencias del Ejército.

“Hubo “patotas” (encargadas de secuestrar opositores y de repartirse el botín de guerra de sus bienes); hubo grupos de inteligencia, “interrogadores” encargados de torturar ( algunos de ellos con el rosario en la mano) para obtener información y guiar a las patotas a los nuevos “blancos”; hubo guardias que custodiaron a los “paquetes” y los formaron en fila para su “traslado” final; hubo desaparecedores de cadáveres que, en medio de una enorme tensión y violencia, llevaron a los
prisioneros atados y amordazados lejos de los centros de detención y los fusilaron, para luego enterrarlos, quemarlos, o arrojar sus cuerpos en lugares públicos y simular un enfrentamiento”.
(El Dictador - María Seoane y Vicente Muleiro).

“A fines de abril de 76 ya funcionaban por lo menos 40 de los 364 campos clandestinos de detención que se montaron a lo largo de 76 y 77. (...) Los tres más importantes por la cantidad de detenidos desaparecidos concentraron que concentraron pertenecieron a la estructura militar: el centro de detención que funcionó en la ESMA, el principal de la Marina; en el que en los siete años de dictadura padecerían más de 4000 prisioneros; el de La Perla, del Tercer Cuerpo de Ejército, por el que pasarían más de 2000 personas, y que funcionó en Campo de Mayo, en el Primer Cuerpo de Ejército, El Campito, en el que morirían más de 4000 víctimas, y donde sobrevivieron solamente 14.
Los registros indican que el campo clandestino más antiguo nació en 1974 en Tucumán (...)
En 1976 los centros clandestinos de detención totalizaron 610. Muchos fueron transitorios y la cifra se estabilizó en 364, pero en ese primer año llegaron a esa cantidad. En 1977, el número descendió a 60. Aunque las cifras exactas seguían en construcción un cuarto de siglo más tarde, se cree que entre 1976 y 1977 pasaron por esas prisiones clandestinas aproximadamente 8.500 desaparecidos, tal vez casi el 80 por ciento del total.
La cantidad de centros descendió a 45 en 1978 y a siete en 1979. En 1980 quedaban sólo dos: ESMA y el Campito de Campo de Mayo. Se sabe que la ESMA tuvo el privilegio de ser el único centro de detención clandestino que funcionó en soledad desde 1982 hasta bien entrado 1983”.

El Dictador - María Seoane y Vicente Muleiro.

“(...) La sociedad fue la principal destinataria del mensaje. Era sobre ella que debía deslizarse el terror generalizado, para grabar la aceptación de un poder disciplinario y asesino (...). Sólo así los militares podían imponer un proyecto político y económico pero, sobre todo, un poder que pretendía desaparecer de una vez y para siempre lo disfuncional, lo desestabilizador, lo diverso”.

Pilar Calveiro, “Poder y desaparición. Los campos de concentración en la Argentina”.

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